Uno de los principales factores de cambio que dio lugar a la transición desde la Argentina tradicional a la Argentina moderna es la inmigración. Y sin esta inmigración masiva, naturalemente asociada con el nombre de Juan Bautista Alberti, no es posible comprender a la Argentina contemporánea. No hubo otro período en el que la proporción de extranjeros en edad adulta haya sido tan significativo; por más de setenta años, el setenta por ciento de la población de la Capital Federal y casi el treinta por ciento en las provincias de Buenos Aires, Córdoba y Santa Fe, eran inmigrantes. La europeización de la Argentina y la modificación del carácter nacional, tan anhelados por la generación del ochenta, se tradujo en una política inmigratoria abierta.
Etapas de la Inmigración.
Hasta 1880, a través de las políticas de poblamiento, se intentó promover la agricultura, la ganadería y la red de transportes, para luego industrializar el país. Dentro de una corriente inmigratoria heterogénea, casi la mitad de la inmigración provenía de Italia, especialmente del sur, y una tercera parte de España.
Luego de 1880, comenzó la segunda etapa. A partir de aquí se buscó mano de obra para una producción agrícola-ganadera masiva, pero, pocos inmigrantes lograron ser propietarios. Ante el fracaso del plan de adjudicación de tierras en propiedad, el inmigrante se transformó en arrendatario o peón, y buscó asilo en los centros urbanos. Así, las políticas de poblamiento fracasaron. Igualmente, al ser la inmigración mayoritariamente masculina, mientras se ocupó de actividades rurales, favoreció el desarrollo de una economía agrícola que permitió que el país pase a ser el principal exportador de trigo en el mundo, cuando, hasta 1870, la Argentina lo importaba.
La Estructura Social
Como consecuencia del proceso inmigratorio, la estructura social argentina se volvió más compleja, a la vez que cambió la cultura política por el aumento de los estratos populares y sectores medios. Si bien creció el número de industriales y comerciantes, la clase alta se cerró al inmigrante, reteniendo la riqueza y el prestigio (basado en la "antigüedad y los antepasados") como también el poder político y económico asociado con la propiedad de la tierra.
La estructura de clases puede ser dividida en cuatro segmentos. El primero de ellos era la clase alta o aristocrática, la cual, hasta 1914, representó al uno por ciento de la población. La siguiente era la alta clase media, que, si bien era próspera, tenía un escaso prestigio social. La baja clase media no poseía fuerza económica ni poder social, pero tenía alguna posibilidad de ascenso. Finalmente, la clase baja, que representaba a los dos tercios de la población, ocupaba la base de la pirámide.
El tipo argentino fue cambiando. La clase dominante, compuesta por ganaderos, estancieros, comerciantes, abogados y políticos, refleja las contradicciones de una generación cuyos valores y defectos se confunden: riqueza, sabiduría, arrogancia, superficialidad, prudencia y optimismo. Las clases medias iban fraguándose con la inmigración del inmigrante a través de su participación en la economía y en el proceso de aculturación modernizante. Las clases bajas, distribuidas a lo largo y a lo ancho de toda la Argentina, recordaban la dualidad del país. Para gobernar la Argentina moderna fue preciso integrar a los inmigrantes sin arriesgar la integridad nacional.
Entre 1902 y 1910, se operaron grandes cambios en la estructura social, los que produjeron fuertes fisuras en el sistema, tanto político como social. La guerra en Europa alentaba la entrada de inmigrantes que buscaban nuevos lugares para su bienestar. La guerra del ´14 no sólo interrumpió el flujo inmigratorio, sino que, también, llamó a los nacionales de los beligerantes, lo cual explica el saldo inmigratorio negativo del período 1914-1918. Pero la Argentina lograba retener a los hijos de los extranjeros de las primeras olas, proclives tanto al ascenso social como a la participación política. Muchos de ellos habían obtenido títulos, los que, sumados a la actividad de sindicalistas anarquistas, provocaron las tensiones que caracterizaron al país a principios de siglo.
La población urbana se duplicó. Y fue la clase media el estrato que más se desarrolló gracias a la contribución de los extranjeros; en él, crecían los sectores dependientes (empleados, funcionarios, técnicos). A la vez, fue en los centros urbanos donde el ascenso social, desde los estratos populares, era más acentuado. Esto favoreció a la integración de los estratos en el orden social vigente.
Las Migraciones Internas en los ´40
La sociedad argentina hacia 1945 mostraba una realidad novedosa. La inmigración externa había dejado de ocupar un papel central en la configuración de la Argentina y su lugar fue ocupado por las migraciones internas. Al igual que la inmigración extranjera, las migraciones internas se instalaron en las ciudades, pero, a diferencia de las primeras, no pasaron a engrosar la clase media sino los estratos populares. La movilidad social era cada vez mayor, particularmente en Buenos Aires.
El proceso de urbanización iba en ascenso. La cuarta parte de la población del área metropolitana eran extranjeros y un tercio venían del interior, pero estos últimos se incrementaban más que cualquier otro sector social. Por este proceso, la industria pasó a ocupar el lugar que antes tenía la agricultura; la mitad de la población, para 1948, trabajaba en la industria, mientras que sólo el veinte por ciento lo hacía en la agricultura.
Las migraciones internas produjeron algunos fenómenos tal vez no previstos. Las ciudades del interior perdieron población joven y potenciaron su decadencia económica. Y aquellas ciudades que recibieron los flujos migratorios debieron enfrentarse con la carencia de infraestructura para sobrellevar el proceso y no pueden evitar, aún, el conflicto social que el hacinamiento provoca.